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Un establecimiento con un aroma coherente con el negocio, agradable y en su justa medida favorece la compra, la permanencia en el establecimiento y la fidelidad de los clientes a la marca
Las percepciones que captamos a través de los sentidos nos hacen reaccionar de una manera impulsiva e irracional. Es un mecanismo de defensa que tiene nuestro cerebro y funciona produciendo actos reflejo ante determinados estímulos. Las diferentes sensaciones que se van percibiendo en nuestra vida las almacenamos en la memoria y es nuestro cerebro el que impulsado por los estímulos exteriores, asocia dichas percepciones a nuestra memoria y ordena reaccionar de una determinada manera. Todo parece muy complicado, pero si pensamos en nuestro día a día, nos daremos cuenta de que tomamos muchas decisiones de compra en las que nada tiene que ver la razón. La pasada semana estuve viendo un coche de segunda mano que estaba en muy buen estado, aparentemente, no tenía desperfectos visibles, mecánicamente estaba correcto, según la opinión de un mecánico de confianza que me acompañaba, y en relación a la antigüedad y precio, era una muy buena oportunidad. El vehículo cumplía mis expectativas y sin embargo decidí no comprarlo. No se todavía el motivo por el cual lo descarté, pero la actitud del vendedor, sus argumentos, sus gestos, la limpieza del vehículo, extrañamente limpio el motor y sin embargo no tan limpio el interior, no transmitían un mensaje coherente con el anuncio que llamo mi atención en un primer momento, y esto generó desconfianza y llevo a la no compra. Casos como este ocurren a diario, vas a un restaurante del que te han hablado muy bien y que ha invertido mucho dinero en tener un buen chef y una muy buena carta. Nada más llegar vas al aseo y parece limpio, pero el olor es terrible. Ya no vas a comer bien en ese sitio, no lo recomendarás a nadie y por supuesto no volverás. Recuerdo que una vez visite a un amigo, premio mejor peluquero de Europa, en su peluquería de ticket medio alto. Todo lujo, y sin embargo el olor era espantoso. Él que pasaba allí el día, ya ni lo percibía, y cuando se lo comenté, me dijo que todos los locales de la zona olían igual, que era fruto de las tuberías y de la antigüedad de los edificios. No lo consideraba un problema y no me quiero ni imaginar la de clientes que no abran vuelto debido a ello. El olfato es nuestro sentido más potente, es capaz de engañar a nuestro cerebro. Hay un experimento en el que un señor con una mascara de oxigeno en la que le introducen aroma a chocolate come una galleta a ciegas, la galleta era blanca, y cuando le pregunta que había comido, responde que una galleta de chocolate. Está comprobado que un establecimiento con un aroma coherente con el negocio, agradable y en su justa medida favorece la compra, la permanencia en el establecimiento y la fidelidad de los clientes a la marca. Lo saben todas las grandes cadenas y en Ambiseint lo ponemos al alcance también de los pequeños establecimientos.